4/11/2017

Parejas repartidas

A mí me encantan los calcetines nuevos y mi familia lo sabe, por eso me regalan calcetines cada Navidad. No es un regalo malo, ni un regalo “práctico” como dice la tía Dulce cada año cuando les regala calcetines a todos. Ellos no son unos aficionados de los calcetines como yo. Les molesta mucho recibirlos y hasta yo sospecho que es porque ella es tacaña.

Un año mi padre me compró unos calcetines mix-match, muy bonitos, de colores vibrantes, que hacían juego, pero no eran iguales. No había pares de calcetines, había pesadillas de dos en dos. Pero claro, como buena hija quería dar gusto a mi padre y que no me creía malagradecida me los puse. No podía dejar de pensar en que mis calcetines no eran iguales, estaban separados, y sus parejas estaban en otras cajas, en otros pies, en otro lugar ajeno.

Los que me encontraron muerta, me criticaban por ser tan desorganizada y llevar calcetines mix-match, como una típica mujer estadounidense.

Les miro desde el cielo y me pregunto si mi padre se arrepentirá de haberme comprado esos calcetines que me llevaron a esa muerte inesperada. Si no hubiera estado pensando en esos calcetines, a lo mejor, no hubiera cruzado la calle así, sin mirar, pensando en dónde podría estar la pareja de mi calcetín derecho y si se estaban conviviendo bien los dos calcetines impares, o si extrañaban mucho a sus parejas o si se odiaban como yo los odiaba.


Yo no me arrepiento de haber hecho feliz a mi padre ese año. De todos modos, él estará aquí conmigo muy pronto, ya que, justo la mañana que morí, le regalé unas herramientas muy bonitas, un trinquete del sistema imperial y unos sockets del sistema métrico.



dedicado a Raquel Castro 


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