- – Me lo dictas, por favor.
- – Sí señora, sin problema.
– y el ángel lo leyó.
“Mujer.
37 años. Cabello negro y largo. Sin hijos. Sin familia. Se ahogó en una piscina
privada detrás de su casa.”
- – Olvidaste mencionar su
nombre. No puedo escribir el informe sin su nombre.
- –
Sí señora, discúlpeme.
Con su cabeza le indicó que continuara y el nuevo ángel empezó a leer el nombre completo que estaba en el
formulario de ingreso.
Al escuchar su propio nombre, la mujer,
todavía mojada y fría, se enteró de que ellos hablaban de ella. Confusa y
miedosa empezó a pensar. “¿se ahogó?” Ella miró a su vestido verde agua, mojado
y sucio. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. La
luz le había dejado ciega en los primeros momentos de consciencia en ese lugar
ajeno.
No veía nada realmente.
Todo le parecía pura luz.
Las paredes eran tan brillantes que
parecían no estar presentes. Se dio cuenta también de que, aunque estaba sentada,
no tenía la sensación de la silla, y cuando la miró, tampoco podía distinguir
la forma de ella.
Los dos continuaron hablando detrás de ella,
detrás de una pared imperceptible y ella cerró sus ojos, ya cansada de observar
lo inobservable y se puso a escucharlos.
Pero…
«Se
ahogó.»
«Se
ahogó.»
«Se ahogó.»
era la única cosa que
ella podía escuchar.
¿Cómo que me ahogué? ¡Pero si soy buena
nadadora! ¡Pero si gané tres medallas olímpicas en mi carrera! ¿Cómo…? ¿Pero
cómo…?
De repente, todo volvió a su mente y ella
se acordó.
Esa
noche hizo un frío insoportable, y ella había estado sola en su casa. En un
momento, antes de darse cuenta, ya estaba dentro del agua.
No
escribió una carta; no había nadie para leerla.
No
llamó a ningún servicio; la decisión era definitiva.
Llevó
una roca pesada de su jardín en sus manos y descendió al otro lado de la
piscina, lenta, pero con intención y sin duda.
El
único momento en que dudó fue cuando los pulmones provocaron en su cuerpo una
reacción instintiva de salvación.
Pero
ella estaba quieta, tan tranquila que en su último momento de consciencia, en
el silencio total del mundo, observó la hermosura de las burbujas que escaparon
de su boca. Tanta belleza en el aire atrapada por el agua, los colores
refractivos dentro de ellas, e igual que la belleza tan presente en el mundo,
le hizo perder las ganas de vivir en un mundo con tanta perfección insoportable
sin tener con quien compartirla.
- – No podemos admitirla en
este momento.
Se volvió a su presente,
un
presente no presente.
- – Díselo a ella. Llévala a
su cuarto y dile que intente descansar en paz, que la espera es una eternidad.
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